Desde la prehistoria, el juguete constituyó el aprendizaje de los niños que se refugiaban en los abrigos de roca. Sin importar cuán sofisticada sea la intención, desde el silbato de hueso a la canica de goma, el propósito del juguete es adiestrar una inquietud o una aptitud, física o mental. Como padres, proyectamos el amor sobre nuestros hijos a través de aquello que simboliza la pureza del juego: el juguete; y, en esta casa, los encontraréis esculpidos en la dulzura de la madera. Rompecabezas o vehículos, aquí no solo prima la funcionalidad, sino también la belleza de un elemento que transmite la paz de los bosques.